El jopo, Orobanche cumana Wallr. (broomrape, en inglés) es una planta holoparásita que integra un amplio grupo de especies principalmente distribuidas en Eurasia, donde es su centro de origen (Parker, 2016). El girasol fue introducido en ese continente luego del descubrimiento de América y allí logró una fuerte adopción como cultivo alimenticio (Putt, 1997). Ello impulsó su llegada al noreste europeo, alcanzando alta adaptación en las fértiles tierras del sur de Rusia (Vranceanu, 1974).
En ese proceso migratorio, el girasol se encontró coexistiendo con esta planta holoparásita, que había evolucionado en forma natural para vivir a expensas de especies del género Artemisia (ajenjo), que aún hoy forman parte de la flora natural de las costas del Mar Negro (Figura 1, Pineda Martos, 2014). En pocos años, luego de este malogrado encuentro, dando muestras de su destacada capacidad evolutiva, O. cumana desarrolló adaptación para parasitar al girasol, recientemente llegado desde América (Antonova, 2014).
Hacia fines del siglo XIX el jopo generaba grandes pérdidas de cultivos y amenazaba seriamente la factibilidad del cultivo del girasol (Skoric et al, 2020). Para superar esta limitación, los mejoradores rusos, mientras aumentaban el contenido de materia grasa de los granos, crearon variedades con resistencia genética a esta parásita. Sin embargo, la resistencia obtenida de genes de los parientes silvestres del girasol, no tuvo durabilidad definitiva (Alonso, 2014).
El fuerte intercambio comercial de semilla y grano de girasol estuvo asociado a un indeseable proceso invasivo (Parker, 2016). El jopo primero ocupó regiones girasoleras linderas al mar Negro, pero hacia fines del siglo XX también había invadido regiones del oeste europeo, norte de Africa y China central (Kaya, 2023). Ese devenir geográfico estuvo acompañado del surgimiento de nuevas razas, que superaban la barrera impuesta por la resistencia genética (Skoric et al, 2020).
Hasta hace poco tiempo atrás, América se consideraba un continente libre de esta planta parásita. Debido a ello, la circulación de granos y semillas de girasol dentro del continente se hacía sin tomar recaudos contra esta plaga cuarentenaria. Por el contrario, las semillas de girasol introducidas desde los países donde su presencia está declarada, debían (y deben) contar con el documento fitosanitario expedido por un organismo con reconocimiento internacional (AFIDI), que certifique ausencia de contaminación con esta maleza (https://aps2.senasa.gov.ar/afidi/ConsultaPublicaRequisitos.seam).
La semilla del jopo puede vivir hasta 20 años en el suelo. Para germinar necesita recibir el estímulo de sustancias secretadas por la raíz de girasol en crecimiento (Raupp & Spring, 2013). Luego de inducida la germinación, el jopo penetra en forma intracelular los tejidos de la raíz y desarrolla un pequeño tubérculo a expensas de los fotoasimidados que la planta genera y envía al sistema radicular (Duca et al, 2013). El parasitismo puede alcanzar niveles letales. En los suelos altamente invadidos, las plantas de girasol sin resistencia genética pueden presentar varias decenas de turiones de jopo y en esas condiciones el rendimiento del cultivo llega a ser nulo.
Luego de la fase subterránea, del tubérculo adherido a la raíz de girasol emerge un vástago floral (turión), similar a un espárrago, en el que se disponen las flores (Figura 2; Duca et al, 2013). La emergencia de estos turiones ocurre cerca de la aparición del botón floral del girasol (Figura 3). La especie posee elevada fertilidad. Pocos días luego de la floración comienza la formación de las semillas (Figuras 4 y 5). La capacidad reproductiva es altísima pues una planta de jopo puede generar cerca de medio millón de propágulos (Figura 6).
Las semillas del jopo son minúsculas, impalpables (Duca et al 2019). Si bien es posible detectarlas como contaminantes de las semillas de cultivos, la prueba de laboratorio es compleja y no se aplica de modo rutinario (ISTA, 2023). En forma no intencional las semillas del jopo pueden transportarse adheridas al aquenio (cipsela) de girasol, maquinarias, agua de riego, animales, calzado y por el viento (Tabla 1). La mejor estrategia para prevenir la introducción del jopo es aplicar medidas preventivas (Tabla 2). Una vez que el jopo invade una parcela, condicionan la rotación de cultivos por más de una década, hasta que las buenas prácticas de manejo agoten su semilla en el banco del suelo (Goldwasser & Rodenburg, 2013).
Debido a la permanente emergencia de nuevas razas, el trabajo de mejora genética del girasol debe mantenerse muy activo, buscar nuevas fuentes de resistencia y aplicar modernas herramientas biotecnológicas (Fernandez-Melero et al 2024). Se considera que actualmente existen unas siete u ocho razas, aunque es poco probable que una población de jopo pertenezca solo a una de ellas (Kaya 2023). En el género Helianthus se han caracterizado molecularmente varios genes de resistencia. Estos genes se introducen a los híbridos comerciales adaptados al ambiente de cultivo.
También, la resistencia genética a herbicidas Imidazolinonas (IMI) ofrece una excelente alternativa para disminuir las pérdidas producidas por el jopo (Alonso 2014, Demirci 2023). Si bien el jopo ´puede ser controlado por esta familia de herbicidas, la práctica de control debe considerar que el herbicida llega a la maleza principalmente a través del flujo dentro de la planta de girasol.
Argentina se encuentra libre de jopo https://www.sinavimo.gob.ar/plaga/orobanche-cumana, pero la reciente aparición de esta maleza en América del Sur nos lleva a agudizar las medidas preventivas. Durante 2023 se sospechó su presencia en algunos cultivos de girasol en Santa Cruz (Bolivia). Esta primera advertencia, inicialmente abordada con cierto desconcierto, impulsó a que en la presente campaña se realizara un relevamiento exhaustivo de los cultivos, se estudiara la entidad biótica y se perfilaran estrategias para su control (SENASAG, 2024).
Bolivia es aportante reconocido a la producción mundial de girasol, con un potencial cercano a 350.000 t/anuales, producidas en cultivos altamente concentrados en Santa Cruz (https://ipad.fas.usda.gov/cropexplorer/cropview/commodityView.aspx?startrow=11&cropid=2224000&sel_year=2024&rankby=Production). Modesto Roque, especialista en malezas y Guillermo Barea, fitopatólogo, integraron un equipo que realizó un intenso relevamiento a campo en la región afectada y avanzó con la caracterización biológica de la maleza. El mapeo realizado entre junio y agosto 2024, época del cultivo invernal de girasol en esa región, encontró que una fracción cercana al 5% del área cultivada con girasol estaba fuertemente invadida por el jopo (Agro Sinergia, 2024). También se evidenció que el biotipo puede ser controlado con herbicidas IMI.
Si bien la morfología, anatomía y biología de este biotipo de Orobanche son altamente congruentes con las del jopo del girasol, las autoridades fitosanitarias de ese país aún no han establecido la entidad botánica. Bajo las condiciones locales muestra una elevada virulencia, alta tasa de crecimiento y un rango de hospederos más amplio que el descripto en la bibliografía internacional para Orobanche cumana. Se la ha hallado parasitando varias especies de malezas, incluyendo algunas familias diferentes al girasol, situación que remarca las dificultades futuras que se plantearán para disminuir el banco de semillas del suelo mediante rotaciones.
El jopo del girasol es una invasora muy cosmopolita, que ha demostrado adaptarse a todas las condiciones agroecológicas en las que su cultiva girasol. Los estudios previos realizados por nuestro grupo demostraron que no existen diferencias en los parámetros edáficos y climáticos entre los suelos invadidos y los libres de la maleza (Cantamutto et al 2014). También se observó que América del Sur posee hábitats con buena aptitud para esta parásita y que los cultivares utilizados son generalizadamente susceptibles a esta parásita (Miladinovic et al 2012).
El observado rápido avance del área atacada por el jopo en Santa Cruz, que concentra la casi totalidad del área cultivada con girasol en Bolivia, da cuenta de su altísima capacidad invasiva (Agro Sinergia, 2024). El uso compartido de las maquinarias agrícolas pudo ser el vector que trasladó las semillas de jopo a nuevos campos.
En Argentina, la producción de semilla híbrida de girasol, que se destina para la siembra de cultivos de grano oleaginoso o confitero, se realiza predominantemente en el extremo sur de la región pampeana y norpatagonia (Cantamutto et al, 2024). En campos regados con vertientes de la Sierra de la Ventana, y los regadíos del Valle Bonaerense del río Colorado y del Valle Inferior del río Negro, suelen cultivarse más de diez mil hectáreas de cultivos para semillas. La semilla de los parentales que componen el híbrido suele venir del exterior, y ello conlleva un riesgo latente de entrada del jopo, cuando proviene de regiones ya afectadas.
La prevención y alerta temprano resultan cruciales para evitar una escalada del problema. Como todo proceso invasivo, en las etapas iniciales es de esperar que solo unos pocos individuos cumplan con la condición de naturalizarse (Inderjit et al, 2005). Si completan la etapa reproductiva, pasando desapercibidos, la elevada capacidad reproductiva conducirá a producir daños de magnitud en pocas generaciones. Por eso resulta crucial vigilar los cultivos y actuar tempranamente, antes de la dispersión de sus semillas.
En noviembre de 2024 el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria emitió la Resolución 1347/2024 por la cual se estructuran una serie de medidas tendientes a minimizar las probabilidades de ingreso desde el país vecino (SENASA, 2024). Esta normativa ha puesto en alerta a las organizaciones científico-tecnológicas vinculadas al girasol e impone la obligación de denunciar ante ese organismo toda sospecha de la presencia de la maleza.
El empleo de semilla Fiscalizada sujeta a los controles de producción (INASE, 1995) minimiza los riesgos de introducción no intencional del jopo. El empleo de semilla proveniente de regiones infestadas, movimiento de granos, circulación de maquinaria contaminada, animales portadores de semillas o el tráfico humano son algunos de los factores que podrían actuar como vectores de la semilla de la parásita.
Se considera que las medidas preventivas y la detección temprana son las mejores herramientas para minimizar el riesgo de que este agente biológico se constituya en una nueva limitante para nuestra agricultura.
Ante esta situación, las empresas proveedoras de genética han iniciado acciones para contar, en el menor tiempo posible, con cultivares capaces de mitigar el efecto depresivo de esta parásita sobre el rendimiento. En ese sentido, la disponibilidad de híbridos con resistencia genética al jopo y/o con tolerancia genética a herbicidas IMI, constituyen las mejores herramientas (Alonso, 2014; Demirci, 2023).
Antes de que emerja sobre la superficie del suelo el turión del jopo, las plantas de girasol parasitadas se muestran débiles, con escaso crecimiento (Figura 7). En ataques iniciados por semillas ubicadas en posiciones cercanas al eje de crecimiento, el girasol comienza a mostrar síntomas cuando se encuentra en el estado V4 (Figura 8). Este es un aspecto crucial en la detección temprana de las fases iniciales de la invasión. El hallazgo de pequeños tubérculos en el sistema radicular del girasol puede confirmar que se trate de un ataque del jopo. En esos casos resulta perentorio matar los turiones antes que sus semillas alcancen la madurez fisiológica (Figura 9). En cultivares sin resistencia genética al jopo ni tolerancia a herbicidas IMI, es posible utilizar métodos mecánicos o químicos, que, si bien puede afectar a la planta parasitada, detienen la formación de propágulos. La eliminación temprana, antes de concluida la formación de semillas del jopo, puede ser la instancia de manejo que evite el escalamiento del proceso invasivo.
El listado de medidas de prevención y control que se adjunta ha sido elaborado con el apoyo de los Dres. Leonardo Velasco (España), Dragana Miladinovic (Serbia), Yalcín Kaya (Turquía), Bosko Dedic (Serbia). Para las condiciones de Argentina, donde la plaga cuarentenaria está ausente, se recomienda tener en cuenta los pasos detallados en el grupo “Cuidados en suelos no infestados, potencialmente en riesgo.”
Medidas sugeridas contra
Jopo Orobanche cumana
A- Cultivos de girasol atacados
1- En pequeños parches, retirar manualmente las plantas de jopo y colocarlas en una bolsa plástica antes de salir del campo, para destruirlas.
2- Alternativamente, realizar control químico de los brotes mediante aplicaciones localizadas de 2,4-D al 0,2% cuando los capítulos del girasol miden más de 10 cm y antes de que el jopo genere semillas. El glifosato solo o mezclado con 2,4-D es eficaz contra el jopo, pero mata al girasol.
3- En cultivares de girasol genéticamente resistentes a IMI, aplicar el herbicida cuando comience a notarse el nódulo de jopo, en el estado de desarrollo V4-V8.
4- Dejar las parcelas infestadas para cosechar en último término.
5- Después de la cosecha, matar y aplastar los tallos de jopo para evitar que la semilla se disperse. Enterrar la semilla de jopo promueve la creación de un banco de semillas de larga duración. La labranza cero (siembra directa) puede disminuir la longevidad de la viabilidad de la semilla.
6- Debe evitarse el transporte de semillas de girasol para sembrar fuera del área infestada.
7- El transporte de granos debe realizarse con sumo cuidado, evitando derrames del producto contaminado con semillas de jopo.
8- Evitar el pastoreo directo o indirecto del material vegetal remanente en los sectores atacados por el jopo.
9- Después de su uso, limpiar todo el equipo que haya estado en contacto con el jopo, incluidos los neumáticos del vehículo.
10- La maquinaria contaminada con semilla de jopo puede ser desinfectada mediante aplicaciones de aspersión de bromuro de amonio.
11- Limpiar el calzado y vestimenta al salir de una parcela contaminada.
B- Saneamiento de suelos infestados
1- Planificar rotaciones de cultivos más largas (hasta 10 años sin girasol), incluyendo cultivos trampa como maíz, sorgo, crucíferas.
2- El abono verde con cultivos de brasicáceas podría disminuir el ataque del jopo.
3- Evitar la carencia de fósforo en el suelo, ya que favorece la virulencia del jopo.
4- No se debe permitir que ningún equipo o vehículo extraiga suelo de las parcelas infestadas.
5- Sembrar únicamente semillas provenientes de cultivos certificados libres de jopo.
6- Tomar medidas para evitar procesos de erosión eólica o hídrica de los suelos infestados.
7- La solarización de los suelos puede ser efectiva, en el caso de pequeñas parcelas.
C- Cuidados en suelos no infestados, potencialmente en riesgo.
1- Sembrar únicamente semilla certificada originada de suelos libres de jopo.
2- Utilizar cultivares híbridos con resistencia genética a herbicidas IMI
3- Si hubiera disponible, seleccionar cultivares híbridos de girasol con resistencia genética al jopo y a los herbicidas IMI.
4- Revisar cuidadosamente el cultivo de girasol buscando la aparición de jopo desde la etapa V4.
5- No regar cultivos con agua transportada a cielo abierto por canales que recorran sectores aledaños a las parcelas infestadas con jopo.
6- Evitar el ingreso de animales provenientes de parcelas infestadas por jopo ya que pueden trasladar las semillas adheridas a su pelaje o a través del tracto digestivo.
D- Apoyo institucional
1- Crear una colección representativa de poblaciones de jopo.
2- Evaluar la resistencia al jopo de los genotipos de girasol utilizados.
3- Realizar el mapeo de la presencia del jopo.
4- Monitorear la virulencia de las razas de jopo.
Agradecimientos:
A los Dres. Leonardo Velasco (España), Dragana Miladinovic (Serbia), Yalcín Kaya (Turquía), Bosko Dedic (Serbia), María Duca (Moldavia), Otmar Spring (Alemania), Mehmet Demirci (Turquía), Stephane Muños (Francia).
Al Equipo Técnico Jopo, liderado por Guillermo Barea e integrado por un excelente grupo de profesionales, que incluye a Modesto Roque y Pablo Franco.
A Amalia Bertero de Romano y Mónica Poverene.
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Links de interés:
Figura 1: Flora natural en las costas del Mar Negro (Bulgaria) en la que se observa Orobanche cumana parasitando a Artemisa marítima (Pineda Martos, 2014).
Figura 2: Ciclo de vida de Orobanche cumana Wallr. mostrando las diferentes fases de importancia para el manejo (Duca et al. 2013).
Figura 3: Vista de los tubérculos del jopo en las etapas iniciales del parasitismo sobre girasol.
Figura 4: Turiones de jopo emergiendo en proximidades del eje de crecimiento, en inicio de la etapa reproductiva del girasol. Aún no se ha llegado a la maduración de las semillas.
Figura 5: Flores turgentes en el extremo distal y cápsulas de jopo en la base de los turiones desarrollados a expensas de los recursos de la planta de girasol. En este estado ya se ha producido la dispersión de las semillas.
Figura 6: Iconografía mostrando el tamaño relativo de las semillas y la capacidad reproductiva de jopo Orobanche cumana Wallr. Inserto de Kaya, 2023.
Tabla 1: Vectores sospechados de constituirse en la vía de introducción no intencional de la semilla del jopo Orobanche cumana Wallr.
Tabla 2: Síntesis de las principales medidas de manejo que se recomiendan para evitar la introducción no intencional de semillas de Orobanche.
Figura 7: Las plantas de girasol parasitadas por jopo muestran depresión en su crecimiento, marchitamiento en etapas vegetativas tempranas. Foto Modesto Roque.
Figura 8: La inspección del sistema radicular de las plantas afectadas puede ser útil para diagnosticar tempranamente el parasitismo por el jopo. Foto Guillermo Barea.
Figura 9: Estado recomendado para la supresión del crecimiento de los turiones de jopo, antes que comience la maduración de las semillas. Foto Modesto Roque.
[1] Ing. Agr. (Dr.) Miguel Angel Cantamutto. Investigador Categoría I. Profesor Titular Universidad Nacional del Sur (retirado) y Director Estación Experimental Agropecuaria Hilario Ascasubi, Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (retirado).
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