El presidente de la Asociación Argentina de Girasol, Ricardo Negri, sostiene que el girasol continúa demostrando su importancia regional en nueve provincias productoras.
En una Argentina necesitada de dólares o divisas, la industria basada en el girasol es uno de los complejos exportadores más importantes. El negocio mueve más de 2.500 millones de dólares, de los cuales el 60 % se genera a partir del comercio exterior.
Es un cultivo competitivo en el escenario productivo local -aún cuando la soja y el maíz nacionales se encuentran entre los de mayores rendimientos mundiales- e incluso internacional, ante producciones de bajo costo como las provenientes de Rusia, Ucrania y otros países de Europa del Este, que paulatinamente van mejorando su adopción tecnológica y cuentan con la ventaja de una mayor proximidad respecto de los mercados de alto poder adquisitivo.
Para nuestro girasol no hay otro camino que la competitividad. Nos vemos obligados a reducir el costo de producción por tonelada (tanto en pesos como en dólares) para mantener y acrecentar nuestra posición en los mercados mundiales. Y por supuesto, con un buen resultado económico por hectárea para el productor.
El girasol debe lidiar con algunos problemas comunes a diversos cultivos, y otros que son propios. Entre los primeros, no podemos soslayar las elevadas retenciones ni la “inflación en dólares”, mientras que entre las cuestiones que debemos trabajar internamente se encuentra el creciente impacto de la plaga de paloma en algunas zonas.
Además, debemos considerar las dificultades para acceder a los mercados de mayor poder adquisitivo por barreras a veces demasiado “exigentes” en términos de sanidad vegetal, que incluso se tornan para-arancelarias. También lidiamos con una débil organización de los mercados de comercialización interna, producto de la fuerte dispersión regional de nuestra producción y de la falta de una referencia mundial. Un mercado que opere en el plano internacional como el de Chicago lo hace en el caso del trigo, el maíz o la soja permitiría descargar el riesgo de precio, que siempre preocupa a la demanda local, sobre todo en un cultivo netamente exportable.
Pese a estos inconvenientes, este año alcanzaremos las dos millones de hectáreas, una cifra positiva si tenemos en cuenta que entre 2007 y 2011 se produjo una caída del 28% y se tocó un piso de
A nivel internacional, el salto productivo que se produjo en los países del Mar Negro en la última campaña no es considerado como una “tendencia” sino una excepción. Por eso no se estima que vaya a seguir creciendo. Asimismo, estamos convencidos de que continuarán los programas de producción de biodiesel basados en aceite de canola en
Los desafíos
La Asociación Argentina de Girasol trabaja en los objetivos que unen a toda la cadena de valor, a fin de lograr un cultivo cada día más competitivo. Los productores de nueve provincias argentinas que lo siembran nos dan la certeza que el cultivo cumple un rol sustantivo en los sistemas productivos regionales. Con esa base insistimos en la necesidad de aumentar el volumen de producción a no menos de 5 millones de toneladas, y trabajamos para conseguir que vuelvan a registrarse operaciones en los mercados a término, algo que les permitiría a los productores contar con una referencia mejor que la que brindan las imperfectas pizarras, que si bien aún son necesarias continúan generando numerosas dudas.
En este sentido, si observamos lo ocurrido en los últimos años con la cebada -más concentrada regionalmente y con menos empresas demandantes- notamos que el objetivo de conseguir al menos una posición del girasol a marzo, con abundante liquidez, no es imposible. De hecho, que hace años ya haya sido alcanzado en el Mercado a Término de Buenos Aires nos da la pauta de que nuestras aspiraciones tienen una base sustentable.
Hasta conseguir este objetivo, desde ASAGIR seguimos recomendando al productor que en la medida de sus posibilidades financieras evite las operaciones de entrega con precio a fijar, ya que ello le resta capacidad de negociación a la hora de establecerlo. Está claro que el productor que retuvo el grano en su campo por cuatro o cinco meses tiene mayor capacidad de negociación que aquel que lo entregó en cosecha.
Para concluir, me gustaría enfatizar que el girasol es un cultivo noble, aguerrido y que soporta condiciones ambientales complicadas. Por eso, realmente vemos con mucha preocupación que como producto de políticas impositivas distorsivas, muchos productores terminen optando por cultivos mucho más riesgosos en ambientes restrictivos.
Ricardo Negri
Presidente de ASAGIR
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