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La fertilización, una materia pendiente
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Manejo

La fertilización, una materia pendiente

27 de Septiembre de 2014

El girasol es el cultivo que menos aportes de nutrientes recibe en el país, a pesar de las buenas respuestas que brinda en rendimientos cuando el agua es suficiente.

 El girasol es el cultivo que menos aportes de nutrientes recibe en el país, a pesar de las buenas respuestas que brinda en rendimientos cuando el agua es suficiente.

 
Al girasol, en Argentina, le están faltando nutrientes. Los números, aportados por el técnico y productor de girasol Gustavo Duarte, son concluyentes: si bien el área de girasol que se fertiliza es mayor a la del promedio de los cultivos extensivos (84% contra 72%), pierde por paliza en las dosis promedio que recibe: 57 kilos por hectárea contra 117. Esto implica que la aplicación de nutrientes sólo está cubriendo el 18% de los requerimientos de la oleaginosa, cuando esta cifra asciende al 40% en soja, 44% en maíz y 64% en el caso del trigo.
El especialista en nutrición y miembro del estudio DZD Agro, Martín Díaz Zorita, plantea que, luego del agua, la nutrición es el factor más limitante para la definición de los rendimientos. “Desde el punto de vista de la fisiología de la planta, el cultivo de girasol requiere tantos nutrientes como otras especies, y esa demanda es inicial, cuando se siembra el cultivo y se forma el potencial de rinde”, explica y resalta que “si tenemos el agua, vemos que la eficiencia de producción es de un promedio estimado de 5 kg de rendimiento por cada kilo de nutriente que aportamos. Ahí se ven claramente los beneficios de la fertilización”.
Es verdad que la cancha en la que juega su partido el girasol se parece cada vez más a las de los potreros barriales que a las de los grandes estadios. Sin embargo, según Díaz Zorita, el traslado de las áreas destinadas a campos más marginales experimentado por la oleaginosa en los últimos años no debería ir en detrimento de la aplicación de nutrientes si lo que se prioriza es la eficiencia de uso de recursos escasos como el agua y –consecuentemente– los rindes finales del cultivo.
“Existe un problema cuando tratamos con ambientes que a priori los consideramos limitados –advierte el experto– y es que ponemos esa limitación por delante de cualquier consideración sobre factores que pueden lograr que despeguen los rendimientos”. 
Para Díaz Zorita, incluso los planteos de suficiencia de nitrógeno, fósforo y azufre se están quedando cortos para el girasol: “Si el suelo en el que sembramos no facilita la extracción de los nutrientes, la fertilización de suficiencia que puede servir en la Pampa Húmeda no es eficiente para las zonas girasoleras. Esto queda demostrado cuando ponemos nutrientes por sobre el umbral de suficiencia, con resultados que sorprenden: tanto girasoles convencionales, como alto oleicos y alto esteáricos, responden a la suficiencia con un 12%, pero cuando le ponemos dosis de reposición vamos a un 28%”.
En este marco, el técnico propone enfocar el manejo de la nutrición desde el punto de vista del agua disponible, la variable clave para la producción en la mayor parte de las áreas girasoleras.
 
Depende del agua
Alberto Quiroga, del INTA Anguil, advierte que en las regiones del sudeste y oeste de Buenos Aires y el este de La Pampa “hay años de bajas precipitaciones, como la campaña 2011/12, donde fueron de 50 mm, o bien años de buenas lluvias, como 2012/13, que alcanzaron los 320 mm”. Ante este escenario incierto, recomienda conocer muy bien la reserva inicial de agua, ya que “a 120 mm de agua útil, se pueden alcanzar rendimientos interesantes para la zona, de 2000 kg/ha”.
Un segundo dato a tener en cuenta, según Quiroga, es la capacidad de retención de agua del suelo, ya que si bien ambientes con baja capacidad responden a la nutrición nitrogenada, suelos con mayor potencial ofrecen respuestas mucho mejores. 
El técnico también plantea que si la disponibilidad de agua es buena a la siembra, “es más fácil elevar los techos que los pisos”, es decir que “resulta más sencillo levantar mediante la fertilización girasoles en lotes de buen rendimiento que en unos de bajo rendimiento, porque en éste último caso no es el nutriente el factor limitante”. 
Otro elemento a tener en cuenta es el índice de materia orgánica, ya que los suelos con valores bajos y medios ofrecen una buena respuesta al aporte de nitrógeno y azufre.
En cuanto a las necesidades de fósforo, según Quiroga, “en lotes que tienen menos de 8 partes por millón, de los cuales hay muchos en La Pampa, estamos encontrando importantes respuestas al aporte de este nutriente, que andan alrededor de unos 5 kg por kilo de fertilizante aplicado”. 
En Argentina, según Quiroga, las condiciones de oferta de fósforo se ven cada vez más limitadas, y esto impone un desafío aún desatendido en cuanto al conocimiento sobre los suelos: “los balances de suficiencia constituyen un manejo altamente eficiente desde el punto de vista productivo, pero requieren de un control muy cercano y buena información sobre el sitio. Sin embargo, el porcentaje de área agrícola en que se hace análisis de suelo no supera el 15% del total”.
“Fertilizamos en el 90% de los casos a ciegas y con dosis insuficientes. Esa combinación hace que los resultados sean erráticos, y nos conduce en parte a demandas que podríamos haber anticipado con sólo haber hecho análisis de suelo”, advierte.
 
Una tríada que conviene no olvidar
 
Fósforo, nitrógeno y boro son nutrientes cuyos roles fisiológicos conviene tener muy presentes a la hora de tomar decisiones de manejo de la nutrición. 
El fósforo juega en la implantación, con efectos relevantes en el desarrollo y la capacidad de exploración de las raíces y, consecuentemente, en la tolerancia a sequía.
El nitrógeno, por otra parte, es un regulador del tamaño del área foliar y actúa en la eficiencia de uso de la radiación. “Es un nutriente soluble, lo cual es muy bueno en términos de manejo. Lo importante es anticiparnos en su captura, ya que el objetivo es que actúe en la formación y sostenimiento del área foliar y de esa manera apuntale el rendimiento. En este sentido, hay que mirarlo desde el punto de vista de la oferta de agua, que es el vehículo que lo incorpora al sistema”, sostiene Díaz Zorita. 
Por último, el boro es un micronutriente que desempeña un papel importante en la división celular. El síntoma más visible de su carencia es el desprendimiento de capítulos. “En la medida en que avanzamos hacia ambientes de suelos arenosos, pobres en materia orgánica y con alta capacidad de lavado de suelos, la frecuencia de sintomatología por falta de boro se incrementa. Una vez que eso se detecta, se debe corregir el problema para anticiparse a la campaña siguiente. También ofrece respuesta a las correcciones en etapas tardías del cultivo, para evitar el desprendimiento de los capítulos”, explica Díaz Zorita. 
 
 
 
 
Este artículo es parte del Especial Girasol publicado por LaNación.com con material elaborado por ASAGIR. Para ver esta nota:  http://especiales.lanacion.com.ar/destacados/14/girasol/nota7.asp


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