EN EL ACOPIO, LAS BUENAS PRACTICAS SUMAN PUNTOS A FAVOR DEL GIRASOL
12 de Noviembre de 2014
El manejo ajustado y eficiente de los cultivos en su etapa de poscosecha es un ítem al que la cadena de valor agroindustrial argentina presta especial atención.
Frente a mercados internacionales cada vez más exigentes, el manejo ajustado y eficiente de los cultivos en su etapa de poscosecha es un ítem al que la cadena de valor agroindustrial argentina presta especial atención. En el caso del girasol, el buen manejo en el almacenamiento de granos para preservar su calidad e inocuidad son fundamentales para obtener productos y subproductos que cumplan con los requisitos necesarios, tanto a nivel de mercado interno como en el resto del mundo.
Con el objetivo de brindar herramientas para alcanzar la máxima eficiencia posible en el almacenamiento y posterior tratamiento industrial del cultivo girasol, la Asociación Argentina de Girasol (ASAGIR) organizó los pasados días 28 y 29 de octubre unas jornadas de capacitación en la localidad pampeana de Catriló, en las instalaciones de Lartirigoyen y Cía. El encuentro estuvo destinado a jefes y responsables de plantas y contó con el auspicio de SENASA, INTA, la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y la Federación de Acopiadores.
La capacitación estuvo a cargo del ingeniero agrónomo Ricardo Bartosik y la bióloga Bernadette Abadía, especialistas del INTA Balcarce.
En relación a la inocuidad de los granos, Bartosik sostuvo que es un requisito indispensable para preservar la salud de la población y garantizar el acceso a los mercados. En este punto, destacó que en la actualidad se hallan disponibles tecnologías que permiten instrumentar buenas prácticas de cultivo y poscosecha. “Deberían aplicarse en sistemas que mejoren la trazabilidad, con el objetivo de reducir el impacto de micotoxinas y plaguicidas a los niveles considerados como seguros”, remarcó el profesional.
Como insumos del proceso de producción de alimentos, los granos son considerados inocuos cuando no provocan daños en los animales y personas que los consumen. Al momento de señalar algunas de las causas de contaminación que les restan inocuidad, Bartosik citó dos situaciones: la presencia de micotoxinas y de residuos de fitosanitarios.
En el caso de las micotoxinas, son metabolitos secundarios producidos por determinados tipos de hongos, y la contaminación comienza en el lote, antes de la cosecha, y puede extenderse durante la fase de almacenamiento de granos. Por su parte, al referirse a los problemas originados en el uso de fitosanitarios (presencia por encima de los límites máximos de residuos), Bartosik detalló que en el caso de poscosecha de granos, el principal factor reside en el uso inadecuado de insecticidas, que puede responder a factores como la sobredosificación de productos o la duplicación de dosis en la poscosecha, entre otros.
Para prevenir estas situaciones, el especialista señaló que en la fase de almacenamiento se deben implementar las denominadas “Buenas Prácticas” en el manejo de los granos. Para prevenir la aparición de micotoxinas, el menú de prácticas empieza con la selección de variedades resistentes al ataque de hongos, estrategias agronómicas como la rotación de cultivos y la fertilización balanceada, y el ajuste del equipo de cosecha, para descartar granos con daño severo y baja densidad. “El manejo en poscosecha es fundamental, sobre todo el secado a humedad de almacenamiento segura”, agregó el técnico.
Trasladadas al uso de plaguicidas, el especialista del INTA manifestó que las Buenas Prácticas se traducen en la sanidad de las instalaciones de almacenamiento, en complemento con uso de aireación y refrigeración artificial como herramienta para prevenir el desarrollo de insectos. A estos puntos, también se debe añadir la instrumentación de un programa de manejo integrado de plagas.
Para alcanzar estos objetivos, es prioritario que los responsables de efectuar las aplicaciones reciban capacitación y tomen conciencia sobre utilizar productos permitidos en las dosis recomendadas. “A su vez, para evitar repeticiones, es fundamental contar con un registro de aplicaciones que se pueda transmitir al resto de la cadena, para generar trazabilidad”, afirmó Bartosik.
Como aspecto a tener en cuenta, el técnico destacó que en la fase de procesamiento de los granos en alimentos, los restos de plaguicidas y micotoxinas se concentran en los residuos de molienda seca, húmeda o fermentación que se usan para la elaboración de alimentos balanceados. A partir de esta situación, se generan problemas en los siguientes eslabones de la cadena de agregado de valor de los granos.
Para incrementar las condiciones de sanidad e inocuidad de los granos, el uso del silo bolsa es una opción eficiente. Según Bartosik, el cultivo almacenado en bolsas plásticas cuenta con menos posibilidades de ser atacado por insectos, en relación al acopio convencional, y frente a la necesidad de efectuar tratamientos de control, se pueden realizar fumigaciones con fosfinas o tratamiento de atmósfera.
De esta manera, la implementación de las Buenas Prácticas durante la fase de producción y el posterior manejo de los granos en poscosecha presentan una serie de beneficios, que además de reducir los efectos de las micotoxinas y los plaguicidas, permite mejorar los niveles de trazabilidad a través de toda la cadena de agregado de valor.
Beneficios en la poscosecha
Para complementar la mirada técnica de la capacitación, la bióloga Bernadette Abadía aportó una mirada integral sobre los beneficios de las Buenas Prácticas, y señaló que más allá del aspecto productivo se extienden a otros campos. De esta manera, explicó que estas prácticas forman parte de un proceso que además de la inocuidad, contempla otros tres aspectos, que son la máxima calidad, la seguridad laboral de los operarios y la sustentabilidad ambiental.
Para alcanzar la máxima calidad en los procesos, se deben tener cuenta aspectos como la limpieza de planta y silos, la medición de humedad y la pre limpieza del grano, entre otros puntos. En este escenario, la seguridad del trabajador de la planta de acopio es otro factor a tener en cuenta, con operarios que trabajan en altura, pueden sufrir aprisionamiento con partes móviles, y el riesgo latente de explosiones e incendios. Para crear un ambiente de trabajo seguro, Abadía explicó que un buen punto de partida es adecuar la infraestructura, evitar las conductas de riesgo y evaluar la necesidad de uso de elementos de protección personal, además de contar con un plan de emergencia y capacitar constantemente a los operarios.
El impacto ambiental generado por una planta de acopio presenta múltiples aristas, entre las que sobresalen el tráfico intenso de vehículos y los ruidos molestos. Frente a este panorama, planteó opciones como la espera en planta de los camiones para cargar o descargar –con el consiguiente alivio para el resto del tráfico vehicular- y el uso de sistemas de atenuación de ruidos en los silos, que también se encuentran disponibles para secadoras de granos.
Abadía explicó que a nivel de planta de acopio, las Buenas Prácticas presentan un amplio abanico de ventajas, como por ejemplo evitar rechazos de mercadería por exceso de insecticida, prevenir accidentes laborales y disminuir la cantidad de granos picados por insectos, entre otras. Y en otro nivel, son una herramienta que permite evitar problemas frente a barreras comerciales (al detectar restos de insecticidas y micotoxinas) y permiten reducir costos operativos al trabajar con mayor eficiencia.