ASAGIR 2014

Claroscuros del sistema de producción actual

Gustavo Oliverio trazó un panorama sobre las fortalezas y debilidades del sector agropecuario argentino en términos de sustentabilidad.

 En el 6to Congreso Argentino de Girasol, el especialista de la Fundación Producir Conservando Gustavo Oliverio trazó un panorama sobre las fortalezas y debilidades del sector agropecuario argentino en términos de sustentabilidad. Rotación de cultivos, reposición de nutrientes al suelo y buenas prácticas en aplicaciones de agroquímicos y fertilizantes son las grandes deudas en la materia.

 
 
En 25 años, la agricultura argentina pasó de 18 a 30 millones de hectáreas sembradas, y duplicó las toneladas de grano producidas, sobrepasando las 100 millones. En ese mismo período, el país alteró la relación entre cereales y oleaginosas: antes producía 70 y 30%, respectivamente, y hoy se da la situación inversa. Con estos datos como trasfondo, Gustavo Oliverio, de la Fundación Producir Conservando, trazó un panorama sobre el grado de sustentabilidad del sector agropecuario argentino, en el marco del 6to Congreso Argentino de Girasol realizado por la Asociación Argentina de Girasol (ASAGIR) en la Ciudad de Buenos Aires. 
La sustentabilidad ambiental, explicó Oliverio, no puede entenderse por fuera de su relación con la sustentabilidad social y económica de los sistemas de producción. El problema es que muchas veces lo que ocurre en las empresas en el aspecto económico, complica la dimensión ambiental. “El desequilibrio entre cereales y oleaginosas se desprende de que la producción de los primeros se vio condicionada por causas no sólo naturales, sino también por cómo se forman los precios cuando el Estado regula los mercados, estableciendo cupos o restricciones”, ejemplificó. 
Sin embargo, no todas las noticias son malas, ya que en el escenario internacional, la agricultura argentina resulta más sustentable que la de muchos países centrales. “Las emisiones de gases de efecto invernadero son atribuibles en tan sólo un 10% a la agricultura mundial, y de esa fracción, Sudamérica y la Argentina tienen una responsabilidad sumamente marginal”, planteó. “Francia –puntualizó– tiene una relevancia 13 veces mayor que nuestro país en estas emisiones, y utiliza 5 veces más fertilizantes. Este ejemplo demuestra la poca incidencia de nuestra agricultura en estos problemas ambientales y la erigen como un modelo a imitar”. 
Oliverio desmenuzó otras variables ambientales como la eficiencia en el uso del agua: “Actualmente utilizamos para producir una tonelada de granos entre 35 y 50% menos de agua que hace un cuarto de siglo, gracias al paquete tecnológico”. También indicó que el uso de fertilizantes es muy bajo respecto de los países centrales. “No obstante, tenemos que tener en cuenta que es imposible hablar de sustentabilidad cuando sólo se repone entre 30 y 50% de los nutrientes que se extraen del suelo”, advirtió. “En este tema, estamos condicionados por la falta de cereales, que permiten reponer nitrógeno”, añadió. 
Otra gran transformación “tranqueras afuera” señalada por Oliverio es el nivel de toxicidad de los agroquímicos utilizados actualmente: “En 1985, sólo el 25% eran banda verde, mientras que hoy estamos en el 77%, lo cual es mucho más amigable con el ambiente”. 
“En los próximos años –concluyó– tendremos que enfrentar los actuales problemas que se desprenden de la falta de rotaciones, la reposición de nutrientes y deberemos adoptar Buenas Prácticas Agrícolas para el uso de fertilizantes y productos fitosanitarios. Siempre hay que recordar que ningún país se hizo sustentable por decreto, sino que es algo que se construye con trabajo”. 


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