En el segundo bloque del 5º Congreso Argentino de Girasol, tres consultores analizaron la situación actual del cultivo y las posibilidades reales de la implementación de medidas para reducir las brechas entre los rendimientos obtenidos y los alcanzables.
Tras la conferencia de Antonio Hall sobre el proyecto ASAGIR BRECHAS, el segundo bloque continuó con la exposición de tres consultores privados, Pablo Calviño, Iván Vrdoljak y Martín Díaz Zorita, quienes opinaron sobre el proyecto y brindaron precisiones de las realidades regionales sobre las cuales trabajan a diario.
Tres factores para el éxito
El primer turno le tocó a Pablo Calviño, director técnico de El Tejar, quien abrió su ponencia sobre la región sudeste afirmando que la gran mayoría de los productores de la región son trigueros-girasoleros, que con el devenir de la soja se pasaron en parte a soja-maíz. “Esa visión girasolera, a mi entender, lleva a que los productores hagan el cultivo con dedicación, cariño, y que lo hagan con el mismo esmero que le dan, por ejemplo, al maíz. Mi visión es que en general en otras regiones el cultivo es relegado, que en consecuencia no tiene las mismas condiciones y afecta a la calidad de siembra, de planificación y de manejo”, expresó.
El consultor agregó que en la zona circula información de los ensayos oficiales, comparativos del rendimiento de las variedades. “Brindan una calidad informativa riquísima, en variedades, factores agronómicos para la toma de decisiones como el comportamiento ante Sclerotinia, a vuelco o fortaleza de tallos. Eso ayuda mucho a la producción porque permite tomar medidas con rapidez”, indicó.
Calviño explicó que hay un tercer factor importante en la zona: en promedio, en los últimos cinco años –sin contar el último- la diferencia entre el rendimiento de soja y de girasol fue de sólo 250 kilos a favor de la soja. “Esa diferencia se paga con la diferencia de bonificación entre un cultivo y otro, pero el girasol tiene más costos que la soja, que se cubren con la menor necesidad de nitrógeno que tiene el trigo siguiente, considerando que el trigo es el cultivo principal de la región. En síntesis, estarían equiparados ambos cultivos para gran parte de los productores del sudeste”. Al referirse a los factores climáticos, describió que excepto en Tandil y Azul, donde las lluvias favorecen a la soja, en general el girasol sale favorecido.
En consecuencia, se preguntó por qué se reduce año a año la superficie de girasol. En su opinión, la respuesta pasa porque es mucho más fácil hacer un buen cultivo de soja que uno de girasol. “Pero los buenos productores, los que hacen una buena planificación, lo logran. Entonces no hay ningún cuco. Acá es donde hay que encontrar el nicho, porque no tiene ninguna lógica que el cultivo de girasol valga lo mismo que el grano de soja. Entonces, en ese contexto, gran parte de los ambientes del sudeste van a seguir siendo girasoleros e incluso, a crecer más”, sostuvo.
A la hora de las recomendaciones técnicas para resolver los quintales que hacen a la brecha, el especialista sugirió poner especial atención al control de malezas. “El resto de la diferencia está en la planificación, aunque parezca mentira. Todo el tiempo que le dediquemos al escritorio es sumamente rentable, y si hay algún secreto en este cultivo es planificar para ‘correrla de adelante’. Planificación y control, pero empezando por la planificación”, profundizó. Según Calviño, esto significa elegir bien el híbrido, definir bien la fecha de siembra (“Si tenemos veinte días óptimos, ¿por qué no sembramos en esos veinte días?”) y manejo de barbecho.
Insertarlo en siembra directa
El siguiente orador fue Iván Vrdoljak, productor agropecuario y miembro de CREA, quien se refirió a la situación en el Chaco y la región norte. Explicó que allí, el girasol es un cultivo que entra en una rotación de soja-girasol-maíz, que no es un cultivo de verano. “Si bien Antonio Hall mostró que los datos en nuestra zona son mejores que los esperados, yo creo que es cierto en la medida que nos midamos con los rendimientos históricos. Sin embargo, en los últimos dos años tuvimos sequías importantes”, agregó.
El productor indicó que es necesario analizar dos situaciones distintas, de acuerdo a la cantidad de agua acumulada en suelo, que inciden en el sistema de labranza. Tradicionalmente se aplicaba un sistema ‘lister’, que si bien es el que le da estabilidad al cultivo de girasol ya que permite adaptarse a las lluvias y estimar en qué fecha sembrar, la cantidad de hectáreas se fue reduciendo, y no supera las 40 mil hectáreas. “Para que crezca el girasol y se vuelva sustentable, creo que no hay otro camino que insertarlo en siembra directa y bajo un sistema de rotación. El problema es que hay que definir exactamente en qué período vamos a sembrar el girasol. Eso implica pensar qué híbrido usar, cuándo vamos a sembrar, en qué fecha va a florecer”.
Finalmente, afirmó que es posible pensar al girasol como un cultivo perfectamente rentable. “Hay que sembrar bien, elegir bien el híbrido, hacer buen control de malezas, pensar en el clima. Con eso creo que podemos achicar bien las brechas, y darle sustentabilidad al área”.
Conocer la rentabilidad de cada ambiente
La última exposición estuvo a cargo de Martín Díaz Zorita, del estudio homónimo y docente investigador adjunto del CONICET, quien abordó la situación del oeste, noreste, centro de La Pampa y San Luis. El especialista dijo que allí la frontera del girasol es extremadamente dinámica-geográfica. Cada día se descubre un cultivo de girasol un par de kilómetros más al oeste de lo acostumbrado. También es dinámica dentro del sistema de producción, en parte por su competitividad con otro cultivo: soja. También por su inserción en un sistema de producción donde la ganadería es importante y todavía no tiene un peso tan grande la agricultura como para que se halle un desplazamiento agrícola ganadero y una separación física de los dos sistemas, uno de los factores de gran interferencia”.
El especialista ofreció su respuesta para la brecha productiva en el oeste: “sucede que el avance de la tecnología está corriendo muy por detrás del avance de las fronteras productivas. O sea, mucha de la información que compartimos hoy se está generando en el momento que el productor ya cultivó durante un par de años en ese lugar. Tenemos que acelerar nuestros desafíos tecnológicos, aventurarnos y admitir que la agricultura está creciendo hacia el oeste, que está superando las barreras históricas. Hoy tenemos que admitir que lotes que eran clase 7 ganaderos son clase 1 agrícolas, y eso nos lleva a una realidad diferente, porque implica hablar de ambientes, rendimientos alcanzables y necesidades tecnológicas diferentes. Realidades que en un par de años van a ser el presente”.
Díaz Zorita agregó que el cultivo tiene muchas debilidades fuertes: “No crece a una tasa razonable comparado con otros cultivos. Creo que la razón en parte está explicada por ese desplazamiento del sistema de producción. El control de malezas está bastante bien resuelto desde la tecnología, pero dentro del concepto de inserción en la rotación. Tenemos que pensar que el oeste vive una situación de largo plazo, no de ‘tiros anuales’, y no tenemos que olvidarnos que el cultivo del girasol, dentro de la visión empresaria, tiene más que rendimiento, resultado económico”.
En su opinión, el componente precio lo hace o lo deja de hacer competitivo, y esa incertidumbre, más la incertidumbre productiva por desconocer el sitio donde se trabaja, es el que lleva a una limitación de la adopción tecnológica. “Hoy no creemos que esté faltando mucha tecnología, lo que está faltando es adaptarnos a tiempo a la demanda. Lo que sí nos está faltando es ser realistas en caracterizar y conocer nuestro sistema de producción desde un componente de riesgo. El girasol es competitivo en situaciones de muy baja producción de soja, pero deja de serlo en ambientes favorables”, sostuvo.
Para revertir la ecuación negativa propuso revalorizar el cultivo a través de alternativas comerciales, por ejemplo, acompañando a la ganadería. Y, con vistas a futuro, llamó a conocer más la rentabilidad productiva, cuantificar adecuadamente dónde se está produciendo.
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