Las brechas productivas por regiones, la presentación de un “Índice de Confianza” y el avance en el área de tecnología aplicada fueron algunos de los aspectos que se abordaron cerca del mediodía en el 7° Congreso Argentino de Girasol organizado por ASAGIR.
Jorge Ingaramo, asesor económico de ASAGIR y presidente del Congreso, presentó junto a María Eugenia Rul, jefa investigadora de la división de Estudios Económicos de la Bolsa de Cereales y Productos de Bahía Blanca, el Índice de Confianza del girasol (ICO).
Tras un desarrollo metodológico y el estudio del cultivo en todas las regiones del país durante varias campañas, el Índice que desarrollaron es un instrumento útil para orientar investigaciones y acciones que refuercen el posicionamiento del girasol. “Lo que hicimos fue analizar las regiones y las variaciones en el rendimiento”, explicó Ingaramo.
A la hora de las conclusiones, los economistas destacaron que, en líneas generales, el girasol es muy confiable en todas las regiones. La principal virtud del cultivo es la previsibilidad del rinde, incluso en los años en que la soja y el maíz tienen problemas. “Los productores le dan mucho valor a ese elemento. Además se valora la capacidad del girasol de mantener el rinde ante momentos de poca disponibilidad de agua”, expresaron.
“Vimos que en el sudoeste de Buenos Aires y la Cuenca del Salado el girasol es muy confiable. Allí se siembra el 26% del área nacional. En el centro-norte de Santa Fe, centro de Buenos Aires y sudeste de Buenos Aires es confiable. Ambas áreas representan el 66% del área nacional que puede considerarse confiable”, detallaron.
“En el NEA, norte de La Pampa y oeste de Buenos Aires tenemos mayores problemas de confiabilidad que se deben a la variabilidad del área, no del rinde, porque en esas zonas el girasol anda muy bien en los años favorables”, dijo Ingaramo.
A su turno, Ignacio Rodríguez, del INTA Balcarce, se refirió a la tercera etapa del proyecto Brechas de ASAGIR, que cuenta con el apoyo de la Secretaría de Agroindustria de la Nación y busca cuantificar y entender las diferencias entre los resultados alcanzados por los productores en cada región girasolera durante varios años, y los potenciales de rendimiento. Así, buscan diagramar una estrategia para reducir esas brechas que son provocadas por factores como fecha de siembra, nutrición del cultivo y sanidad.
Rodríguez detalló que la población mundial está en continuo crecimiento y se espera que en 2050 se alcancen los 5700 millones de habitantes. Las opciones para aumentar la producción y satisfacer futuras demandas, con diferentes porcentajes de incidencia, son incrementar el área cultivada (9%), intensificar el uso de la tierra (16%) y aumentar los rendimientos por unidad de superficie (75%). Para lograr esta última, la de mayor impacto, es necesario reducir las brechas entre el rendimiento que un productor tiene y el ideal que podría alcanzar.
Al respecto, aseguró que pueden simularse tres tipos diferentes de rendimientos. “El rinde potencial, que se refiere a un cultivar que crece en un ambiente sin limitaciones de ningún tipo; el rendimiento con limitaciones hídricas; y el rendimiento obtenido por los productores donde también empiezan a jugar las malezas, plagas y enfermedades. La brecha que a nosotros nos interesa medir es la que existe entre los dos últimos niveles”, comentó.
En ese sentido, contó que desde el año pasado se incorporó un nuevo modelo de simulación de girasol, que se denomina COPGRO. “En el marco de este proyecto, avanzamos en la calibración de ese modelo de simulación para que sea utilizado en la Argentina. La forma más fácil de calibrarlo es hacer un ensayo tendiente a captar el rendimiento potencial. Es decir, donde el cultivo no tenga limitaciones”.
Luego llegó el turno de Agustín Tejeda Rodríguez, economista jefe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, quien se refirió al avance en el área sembrada del girasol. Desde la campaña 98/99 hasta la 2014/2015, el área cayó a un promedio del 4,3%. Mientras que en las últimas últimos 3 podemos observar un crecimiento del 10,6%”.
En ese sentido, comentó que el Producto Bruto que genera el complejo girasolero pasó de 748 millones de dólares en la campaña 2015/16, a 978 millones en la 2018/19, lo que representa un incremento del 31%. “Esto representa un aporte de 275 millones de dólares en la recaudación y 718 millones en exportaciones de granos y harinas”.
Asimismo, señaló que hubo un repunte en los precios y los márgenes de ganancia respecto a la campaña 2014/15, por aspectos vinculados al mercado internacional y mejores políticas internas. “Esto ha influido en las decisiones de los productores que aumentaron el área sembrada e incorporaron tecnología”.
No obstante, resta mucho por trabajar para recuperar el protagonismo perdido, ya que tanto la Argentina como EEUU han cedido terreno frente al crecimiento de Rusia y Ucrania durante los últimos 20 años. “En ese lapso, Ucrania creció en un 42% su participación en el mercado mundial y Rusia lo hizo en un 18%. En cambio, la Argentina perdió un 46% de su porción”.
Hacia adelante, Tejeda señaló que la fuente principal de crecimiento pasa por lograr un mayor rinde por hectárea a través del cierre de brechas de rendimiento. “Si se mantiene el actual contexto interno y externo, proyectamos que podrían alcanzarse las 5 millones de toneladas en 10 años, es decir para la campaña 2028/29, con un crecimiento de 200 mil hectáreas en el área sembrada. Asimismo, si se elimina la brecha entre el rendimiento real y potencial, lograríamos incrementar en un 55% la producción y lograríamos un 15% de participación en el mundo, contra el 9% actual”.
Por último, el coordinador del departamento de investigación y prospectiva de la Bolsa de Cereales, Juan Martín Brihet, se refirió a la adopción de diferentes tecnologías en el girasol. “La adopción de siembra directa es de un 78% para este cultivo. Mientras que la implementación de girasol CL pasó del 38% en la campaña 2014/15 al 60% en la 17/18”.
En cuanto al uso de fertilizantes, aseguró que del total de 2,82 millones de toneladas comercializadas, un 3% corresponde a la producción girasolera. Según datos de la campaña 2017/18, el promedio de fósforo aplicado fue de 9kg por hectárea y el de nitrógeno fue de 27 kg”, concluyó.
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