El cultivo que mejor se comportó en la seca quiere sacar chapa y recobrar el protagonismo. Más de 240 productores en Trenque Lauquen y casi 150 en Coronel Pringles se reunieron para volver a aprender a hacer girasol. La disminución de las brechas entre el rendimiento promedio y el alcanzable es la meta de ASAGIR. Ganancia genética y mejores prácticas de manejo son las claves. No será posible si no se disminuyen las retenciones discriminatorias que pesan sobre sus exportaciones.
En tiempos de desánimo, no es fácil que los productores tengan la voluntad de sentarse a pensar en tecnologías y prácticas de manejo para desarrollar las producciones. Las jornadas de actualización técnica en girasol que se desarrollaron en Trenque Lauquen y Coronel Pringles parecen haber sido la excepción. Es que allí se reunieron más de 240 y casi 150 productores, respectivamente para atender a las disertaciones programadas por la Asociación Argentina de Girasol (ASAGIR). La convocatoria no fue casualidad. La campaña pasada, el sector agrícola volvió a darse cuenta de que, en las difíciles, el cultivo siempre responde y, en plena seca, fue el único que pudo mostrar un comportamiento regular.
Pero el girasol no la tiene fácil de cara al futuro. Si bien su esencia le permite volver a pararse en regiones de las que había sido corrido años atrás, las políticas actuales no parecen estimular su desarrollo. Es que a la feroz competencia que recibe desde el Mar Negro, a partir de las buenas campañas de Rusia y Ucrania, principalmente, quienes comienzan a ganar terreno cedido por Argentina en la provisión de aceite de girasol, se suman las altas retenciones que pesan sobre las exportaciones.
“Precios muy competitivos desde el Mar Negro, que hacen que los países de la región ganen participación a expensas de Argentina, medidas muy estrictas para los pesticidas en el aceite de girasol por parte de la Unión Europea, acidez en los productos por el mal almacenaje del año pasado durante el conflicto y barcos parados por la política oficial, hacen concluir en que la Argentina está dejando de ser un país confiable y no podremos volver a serlo si, desde adentro, no damos señales y estimulamos a los productores y la industria”, analizó Jorge Domínguez, de Molinos Río de la Plata, en su disertación sobre mercados.
Domínguez afirmó que los derechos de exportación son discriminatorios para el girasol. “Cuando las retenciones a los productos de girasol se subieron del 20 al 30% en noviembre de 2007, el precio FOB del aceite girasol valía 1260 dólares y hoy vale 750. En ese momento el precio FOB de la soja valía 397 dólares y subieron las retenciones de 27.5 a 35%; hoy la soja vale más de 450 dólares”, analizó.
El nivel actual de retenciones al girasol y sus derivados es incompatible con el precio internacional actual, que ha retrocedido un 40 % respecto de noviembre de 2007 y 55% respecto de marzo de 2008.
Según Domínguez, el girasol sería una alternativa interesante para el productor si se igualara su nivel de retención al de los cereales, contribuyendo a la diversificación del riesgo y a la rotación en el uso del suelo.
Las Brechas del girasol
Durante la jornada, el coordinador técnico de ASAGIR, Carlos Feoli, presentó los resultados de la primera etapa del Proyecto Brechas, la iniciativa que desde hace un año busca relevar y analizar los potenciales productivos de cada zona y su relación con los promedios obtenidos. El dato más relevante que surge del estudio es que la producción girasolera se encuentra, por lo menos, un 30% por debajo de los rendimientos alcanzables.
El ambicioso Proyecto contempla datos estadísticos de la SAGPyA, de Productores AT (categoría que implica a un grupo de productores que habitualmente aplica la mejor tecnología y facilitaron sus datos para el trabajo: AACREA, Cazenave y Asoc., El Tejar y Los Grobo, entre otros), los promedios del conjunto de datos de ensayos de las empresas de genética socias de ASAGIR y de la Red Nacional del INTA, así como también reúne los rendimientos medios de los mejores 20 híbridos de cada ensayo y los máximos rendimientos del grupo Top20.
“Desde que brecha ha sido definida como la diferencia entre rendimientos alcanzados (medias SAGPyA) y alcanzables (el resto de las medias), se observa que existe un enorme espacio para recuperar el rendimiento posible”, explicó Feoli.
Entre los resultados mostrados, se observó que en el oeste de la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, las brechas entre la producción según SAGPyA y los Productores AT es de 540 kg/ha, mientras que la brecha entre la media nacional y la media Sem - INTA es de 1460 kg/ha. “En la zona, la brecha es de 14.6 qq/ha; expresada porcentualmente, hablamos de una brecha 101%. Es decir, los ensayos realizados en condiciones óptimas rindieron el doble de la media alcanzada por los productores. Finalmente, la brecha entre este último valor y los Productores AT, también expresado porcentualmente, fue de un 51% más por hectárea a favor de estos últimos”, graficó el coordinador técnico de ASAGIR.
¿Cómo rendir más?
“La tecnología no es el problema. El techo lo ponemos nosotros con el manejo previo. Y si hay un cultivo que este año puede llegar a las napas, va a ser sólo el girasol, pero tenemos que saber cómo hacerlo.” Así lo afirmó Alberto Quiroga, del INTA Anguil, para quien la gran ventaja del cultivo es su importante sistema radicular, que le permite explorar más de 2 metros bajo tierra.
Pero con eso no alcanza. Por la dificultad de encontrar lotes conectados a las napas, en esta campaña resultará clave el manejo previo del agua. De allí que sea fundamental hacer buenos análisis de suelo. “Hay sólo un 30% de posibilidades de que, desde las precipitaciones, se cumplan todos los requerimientos del girasol, por eso no hay que confiarse tanto de las lluvias”, comentó Quiroga. Y agregó: “con perfiles y buena nutrición, en zonas como estas no es difícil pensar en lotes de 4500 kilos”.
Según el especialista, además del agua, el otro factor que gobierna el rendimiento del girasol es la materia orgánica. “La gran variable de ajuste hoy es lo que hay adentro del suelo. A la hora de alquilar un campo hay que tener en cuenta eso”, sugirió.
Finalmente, Quiroga hizo un resumen de los factores que inciden sobre la productividad del cultivo y enumeró los aspectos a tener en cuenta por los productores antes de la siembra: precipitaciones, la capacidad para retener agua del suelo, las napas (si hay o no y a qué distancia), el índice de materia orgánica, el físico (si el índice MO es bajo, el físico seguramente será malo), el genotipo y, por último, la fertilización.
“Nuestra perspectivas es que antes, en la época húmeda, era al revés, antes que nada había que pensar en fertilización. Ahora cambió. Creemos que la metodología que proponemos nos permite errar menos en la elección de la tecnología, en épocas que hay que ajustar los gastos”, concluyó Quiroga.
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