Hoy, la zona del oeste arenoso tiene 250 mil hectáreas de agricultura. Unas 20 mil son de girasol. Según el asesor Gustavo Duarte, el año que viene la superficie podría subir a 60 o 70 mil hectáreas.
Hoy, la zona del oeste arenoso tiene 250 mil hectáreas de agricultura. Unas 20 mil son de girasol. Según el asesor Gustavo Duarte, el año que viene la superficie podría subir a 60 o 70 mil hectáreas. Está todo dado para la vuelta del girasol.
El girasol vuelve con todo al portafolio de los productores. La quita de las retenciones que durante años oprimieron al cultivo lo reubica como una opción muy competitiva para varias regiones del país. Impulsados por este nuevo contexto, la Asociación Argentina de Girasol (ASAGIR), junto a INTA y a un grupo de empresas que forman parte de la cadena del girasol pusieron en marcha una serie de Simposios Regionales para compartir junto a técnicos y productores la última información necesaria para encarar con éxito la nueva campaña.
Uno de estos encuentros se realizó en Trenque Lauquen. Allí, más de 150 personas se dieron cita para hablar de manejo, enfermedades, malezas y mercado.
El asesor Gustavo Duarte fue el responsable de abrir el encuentro y dijo: antes, el oeste arenoso era girasol y ganadería. Hoy, el 60% de la superficie se destina a agricultura. Del total, el girasol ocupa menos del 10%, y tiene mucho para crecer. “Cuando los ambientes están en 2300 kg/ha de soja, el girasol es muy competitivo”, expresó Duarte para ampliar que en el oeste de Buenos Aires la brecha con la soja es de 400 kg/ha y en los ambientes de alta productividad asciende a 600 kg/ha. “El girasol es una posibilidad muy concreta para la rotación y el tipo de girasol a sembrar depende de la habilidad comercial de cada productor”, puntualizó. El confitero rondó los 360 dólares la tonelada promedio en la última década, el convencional los 285 dólares y el oleico 320.
Mientras la soja creció más de 1,7 millones de toneladas al año, el girasol decreció 73.243 toneladas. Sin embargo, a nivel de rendimiento individual, en los últimos 10 años, la tasa de crecimiento de la soja fue de menos del 1% en rinde y el girasol creció por encima del 2%. “La soja fue a explorar ambientes más frágiles y es ahí donde el girasol tiene una oportunidad”, explicó Duarte para aclarar que hay margen de intervención para mejorar el rendimiento del girasol. Mientras el potencial es de 4,8 t/ha, el logrado ronda las 2,6 toneladas.
“Las decisiones sobre calidad del ambiente y estructura del cultivo son medidas que tienen a definir el rendimiento potencial. Los nutrientes ayudan a elevarlos en tanto que las estrategias de protección del cultivo protegen el rinde”, detalló. “Pero lo más importante es la elección del sitio, el antecesor, el agua. Eso impacta en 550 kg/ha de rinde. Es la decisión que más impacta. La fecha de siembra y luego la disponibilidad de nitrógeno le siguen en importancia”, dijo Duarte a los asesores y productores presentes en Trenque Lauquen.
Según Duarte, la genética no es una limitante y se sabe que al girasol le sirven los años Niña en tanto que le afectan los períodos de mucha lluvia. Pero en la medida en que se tiene una buena reserva de agua los niveles de rendimiento crecen. Mayor disponibilidad de agua y de nitrógeno ayudan al rendimiento.
El referente técnico del Oeste disparó los principales tips a tener en cuenta. Así, dijo que la región más arenosa no tiene impacto en el rendimiento. La mayor dificultad está en la tosca. Los antecesores ideales son la soja y el maíz, por la disponibilidad de agua en el perfil y la presión de malezas. Las fechas de siembra tempranas alcanzan los mejores rendimientos y reducen la variabilidad en tanto que las siembras en el mes de noviembre condicionan al cultivo en la etapa crítica del rendimiento, y las fechas de diciembre exploran muy bajos rendimientos. Las tecnologías CL ya están en los híbridos de buena genética. El gran desafío es ver cómo funciona cada híbrido en cada ambiente. El potencial del ambiente define la densidad a alcanzar. En la medida en que el potencial es más alto, hay que buscar arriba de 45000 plantas.
“Recomiendo trabajar por ambientes”, dijo Duarte y amplió: “la distribución uniforme es muy importante a la hora de sembrar. Cuando se hace mayor la densidad el impacto de la uniformidad es mayor en el rendimiento”.
El técnico expresó que en girasol hay que meter mucho la pala para entender cómo funciona. Es importante tener en cuenta las condiciones físicas del suelo. “En general, la respuesta a nitrógeno aparece cuando no alcanzamos los niveles de 60 kg/ha de N a la siembra. En el Oeste funciona bien medir nitrato en planta. El 35% de los lotes están en condiciones de ser fertilizados según los estudios que hemos hecho. Fósforo, nitrógeno y boro son los tres nutrientes a corregir en esta zona. Con el renacer del girasol van a ponerse a mirar a los promotores biológicos”.
Por último recordó que al girasol hay que tenerlo limpio de malezas y que el problema de palomas se ha reducido. “Aunque en los últimos años la fecha de siembra se ha ido retrasando, las respuestas en rendimiento siguen encontrándose en las siembras de octubre. Ahí van a llegar a las 3 toneladas”, le dijo Duarte a la audiencia.
Enfermedades
A continuación, el tema a tratar fueron las enfermedades. Andrés Corró Molas, de INTA General Pico, se refirió al Cancro del tallo, que en el mundo genera pérdidas que van del 20% al 80%. “En evaluaciones realizadas en General Pico, se vieron pérdidas por quebrado del 20% en girasoles convencionales. El rendimiento cayó un 48% en el susceptible y en el tolerante un 24%. A partir de la selección de híbridos se pueden evitar el 50% de las pérdidas”, dijo.
Las precipitaciones influyen en la enfermedad. Impacta la humedad relativa por encima del 80% y por más de 22 horas. La recomendación de Corró Molas es usar cultivares con mejor comportamiento, que se suma a fungicidas preventivos y a una densidad de siembra moderada. “Hay que identificar el nivel de enfermedad y aprender sobre ella y tener en cuenta que el problema más grave se da en los confiteros”, expresó.
La especialista Amelia Bertero, abordó el problema por Downy mildew y especificó que el período de máxima susceptibilidad va desde la siembra a botón floral. “Enanismo, decoloración y presencia de esporulación son los síntomas más claros en la etapa inicial. La semilla puede ser portadora del parásito y hay riesgo de infectar el lote. El factor determinante es el agua y se trabaja en la investigación de nuevos genes de resistencia”, dijo. La clave: utilizar el tratamiento de semillas para reducir el riesgo de introducción de nuevos patotipos.
Malezas
Las malezas fueron el tema de Jorgelina Montoya, especialista de INTA Anguil. “Tenemos que pensar a las malezas dentro del sistema del cultivo. Hay que lograr un manejo diverso y no hacer una carrera desenfrenada detrás de la maleza con el consecuentemente incremento del uso de herbicidas y sus impactos colaterales”, dijo la técnica.
“Es clave volver a la diversidad”, insistió. “Volvió el girasol y con él la rotación y las mezclas de herbicidas con diferentes modos de acción”, apuntó la técnica para luego aclarar que en la región, la Rama negra es un problema pero también Amaranthus palmeri es una especie que merece atención especial. “En esta zona hay un montón de otras amarantáceas nativas, la más común es la quitensis. Hay que empezar a hablar del manejo de las amarantáceas en general, porque se dispersan y se cruzan con altos niveles de infestación. También está Chloris, que es muy invasiva. Como siempre, es clave intervenir con los herbicidas en forma temprana”, aclaró.
El 50% del requerimiento hídrico del girasol se acumula en el barbecho, de ahí su gran importancia. “A la hora de usar residuales es clave ver cuáles son las malezas presentes y así tomar la decisión”, dijo Montoya y alertó sobre los riesgos de fitotoxicidad. “En algunos casos se pueden dividir dosis, por ejemplo, en sulfentrazone para las amarantáceas. Otra posibilidad es recurrir a la mezcla con diflufenican y sulfentrazone, y complementar con metolaclor. No más de 400 o 500 cc de flurocloridona porque genera fitotoxicidad en girasol. En el caso de tratamientos post emergentes, benazolin, no más de 300 cc en casos de escapes de yuyo colorado. Si el lote tiene amarantáceas descartamos el CL y pensamos en estrategias en barbecho. Las imidazolinonas no controlan las amarantaseas. Sí los lotes con chloris”, disparó la técnica.
“Y estemos atentos a los residuos de herbicidas en el suelo en concentraciones fitotóxicas para los cultivos siguientes. También a la acumulación en el suelo de residuos de herbicidas residuales del mismo modo de acción”, concluyó.
Los mercados
El asesor económico de ASAGIR, el Lic. Jorge Ingaramo, no dudó en afirmar que el futuro es optimista y aclaró que el 83% del valor de una tonelada exportada es aceite, y de eso depende la rentabilidad del cultivo en la Argentina.
Ingaramo trazó el siguiente panorama: en los ’90, la Argentina estaba primera, con más del 50% de la exportación mundial de aceite de girasol. Hoy representamos el 7% y Ucrania el 57%. Perdimos 6 mil millones de dólares de exportaciones por 13 años de retenciones.
El economista recordó que se acaba de terminar una campaña con fuerte digestión de stocks. El consumo sigue creciendo. El aceite de girasol es uno de los pocos que se ha mantenido en niveles de 800 dólares la tonelada en Rotterdam. Y el único que entra en contraestación es la Argentina. Ahora el mercado espera un cosechón de Ucrania y eso es lo que reflejan los precios.
“Los productores argentinos tienen 650 mil toneladas sin vender de las 2,5 millones de toneladas cosechadas. Después de la quita de las retenciones, por falta de mercadería, el precio del girasol subió un 47% por encima de lo que valía antes de la eliminación de las retenciones. Hoy el precio es mucho más alto del que surge de la quita de las retenciones. La industria está pagando 330 dólares la tonelada para el Norte y 325 en el Sur, y a marzo del año que viene ofrecen 270 dólares”, relató Ingaramo.
En el plano internacional, Ucrania está en su techo productivo. “Ya no tienen a quién quitarle área. En los próximos 5 años va a hacer falta un 50% de incremento del volumen de mercado, unas 4,4 millones de hectáreas más de girasol. De esa cifra, un tercio puede salir de la Argentina”, opinó el economista.
“La Argentina está en condiciones de producir 3,2 millones de toneladas de girasol. Con esa cifra estamos llevando el negocio girasol a 1500 millones de dólares. Es posible pensar en 1,4 millones de toneladas más”, concluyó Ingaramo.